La sabiduría ética de Confucio
- JADE
- 12 ene 2020
- 2 Min. de lectura
Se trata de un sentimiento de humanidad hacia los otros y de respeto por uno mismo, un profundo sentido de la dignidad y el valor de la vida. Como perfección de lo humano (Confucio decía no haberla encontrado encarnada completamente en nadie a lo largo de su vida) no es fácil hablar de ella, pero implica otras muchas virtudes: diligencia infatigable, en los deberes y tareas públicos, así como cortesía, generosidad, empatía y capacidad de “medir los sentimientos de otros según los propios”.

Expresada negativamente, es la célebre sentencia llamada “regla de plata”: “No hagas a otros lo que no te gustaría que te hagan a ti”[3]. Positivamente, se podría decir que “la persona de jen, deseando afirmarse a sí misma, busca también la afirmación de los demás” y esta amplitud de corazón no conoce fronteras, pues sabe que “dentro de los cuatro mares todos los hombres son hermanos”.
2ª. Chun tzu. Traducida como “persona superior” o “humanidad en su esplendor”, también podría valer “persona madura”, como sugiere Huston Smith, a quien seguimos aquí.
Cheng tzu es lo opuesto de la persona mezquina, malvada, de espíritu pequeño. Alude al anfitrión ideal: correcto, elegante, seguro, relajado, dueño de respeto por sí mismo y sabiendo generar el respeto a los demás. Movimientos suaves, expresión abierta, con el habla justa, sin hacer alardes, sin imponerse ni mostrar superioridad, con gracia y “sin preocupación ni temor”; ni el éxito se le sube a la cabeza, ni se amarga o deprime ante la adversidad.
Confucio pensaba que solamente con personas así puede el mundo encaminarse hacia la paz: “Si hay rectitud en el corazón, habrá belleza en el carácter”. Y esto traerá armonía en el hogar, orden en la nación y paz en el mundo.
Comments