Bienes fundamentales
- JADE
- 7 nov 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 8 nov 2019
Algunos de los bienes fundamentales de la persona se desprenden de su modo particular de ser, y que son éticos en la medida en que perfeccionan al ser humano que los posee.

La vida es percibida por la razón como el primero de los bienes de la persona, es la captación racional del bien de la vida humana da lugar a la necesidad de su defensa, ésta se percibe como una norma que la racionalidad práctica dicta a la voluntad, en definitiva, una norma ética.
La belleza, el agrado y deleite que ésta produce, es percibida por la razón como otro de los bienes de la persona. La posibilidad de disfrutar con lo bello y agradable es algo que hace más humana a la persona.
El bien, en sentido ético, es aquel que se alcanza libremente, cosa que no pueden hacer ni las máquinas ni los animales. El bien en la persona es aquello a lo que libremente tiende la voluntad, guiada por el juicio de la razón. El mal es la ausencia de bien, o dicho de otro modo, el error en la decisión que lleva a escoger algo que realmente no contribuye a la excelencia humana sino a la deshumanización de la persona.

La verdad se presenta como el bien propio al que tiende el entendimiento humano. La curiosidad de la persona por conocer la realidad que la rodea e incluso por conocerse a sí misma, son evidencias que ponen de manifiesto que el conocimiento racional verdadero constituye un bien al que sólo el ser humano tiene acceso.
Cabe decir también que sólo el ser humano se interroga acerca de un Absoluto que dé sentido a la propia existencia. Un ser distinto al propio ser humano que dé razón de su vida. La religiosidad supone una inclinación natural del ser humano y que también la razón descubre como un bien exclusivo de éste.

Por último, el respeto al medio ambiente constituye un bien humano precisamente porque lo contrario supone algo inhumano, que repugna a la razón. La relación con el medio ambiente, en el caso de la especie humana, no es de adaptación, como ocurre con el resto de animales, sino de dominio, puesto que es el único ser capaz de transformarla con un propósito deliberado.
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